No cabe duda de que dar el “salto de fe” cuando todos los indicadores invitan a lo contrario es complicado. Sin embargo, pueden encontrarse razones de mucho peso para intentarlo.
• Nuevas oportunidades de negocio: en toda crisis aparecen necesidades que cubrir y ahí es cuando el emprendimiento debe surgir. Estar atentos a lo que los clientes están demandando a gritos o crearles una necesidad que no existía puede ser la clave del éxito.
• No hay otra opción. El emprendimiento en tiempos difíciles nace en ocasiones por un instinto de supervivencia, una respuesta a un despido o una estrategia creativa para reinventarse y buscar un “plan b” a lo que no está funcionando. Un ejemplo reciente podrían ser las empresas de moda que decidieron tejer y vender mascarillas, los restaurantes que comenzaron a llevar comida a domicilio o las tiendas físicas de barrio que decidieron abrir su ecommerce en tiempos de pandemia.
• Menos competencia: cuando hay crisis, y sobre todo si es generalizada, existirá más miedo a emprender y habrá negocios que hayan cesado su actividad. Es en este momento cuando existe menos competencia y, por lo tanto, se encuentre una razón de peso para emprender.
• Plan meditado y sólido. Normalmente cuando se trata de emprender en tiempos de crisis cualquier decisión se toma con cautela. La estrategia y el plan de negocio suele ser más meditado y medido, por tanto, hay más probabilidades de garantía de su éxito.
• Subvenciones. Las subvenciones en tiempos de crisis no siempre son fáciles de conseguir, pero en muchos casos suponen un empujón para los que están buscando una oportunidad. Contar con una ayuda económica para comenzar un proyecto siempre es positivo.